Cueva de El Buxu
En Cardés, concejo de Cangas de Onís, Comarca del Oriente de Asturias Principado de Asturias. Un Bien de Interés Cultural (BIC) declarado en Ley 16/1985
El Buxu: La cueva del Buxu cuenta con una rica representación de arte parietal perteneciente al Solutrense y principios del Magdaleniense. En la cueva se combinan las pinturas y grabados de caballos, cabras, ciervos, bisonte..., con figuras geométricas y zoomórficas. Así mismo, la cueva del Buxu cuenta con una importante muestra de industria lítica y ósea, así como de distintas manifestaciones de arte mueble, destacando una escultura de un ave tallada sobre el colmillo de un oso y una plaqueta de piedra caliza grabada con distintos motivos. La cueva fue descubierta en 1916 y declarada monumento en 1985.
Entrada
La cueva está situada en las laderas de la Peña Ancueva, en calizas cretácicas, la Cueva del Buxu está situada a unos 25 m por encima del arroyo de Entrepeñas, que vierte al río Güeña por su derecha. Se accede a ella desde el pueblo de Cardés, por un camino de casi un kilómetro que sigue durante buena parte el curso del arroyo de Entrepeñas hasta cerca de la cueva, donde, debido a su pendiente, están habilitadas unas escaleras que conducen hasta la entrada de la cueva. Antes de la entrada se cruza un arco de piedra.
Sin embargo, cuando fue descubierta, la descripción que hace el Conde de la Vega del Sella y Obermaimer de su difícil acceso es:
Vestíbulo
[...] para seguir remontando el curso del río por un estrecho sendero que sigue paralelo al fondo y un poco más elevado, faldeando la ladera; breves instantes después se llega a un lugar donde, a derecha e izquierda del valle, se presentan unos acantilados, situados a unos 80 m de altura; continuamos nuestra marcha, hasta que percibamos a nuestra derecha una roca, a unos 25 m sobre el nivel del río, que presenta dos agujeros circulares gemelos; la ladera del monte hace en este lugar un pequeño saliente, tras el cual, y a unos pocos metros de altura, se encuentra la Cueva del Buxu, oculta a nuestra vista por la maleza del monte y por un castaño que crece en su frente; dominamos la resbaladiza y agria pendiente, agarrándonos a los matorrales, y llegamos al vestíbulo de la cueva.
Fue descubierta por una equivocación de Cesáreo Cardín, prospector del Conde de la Vega del Sella, que había sido enviado en diciembre de 1916 a inspeccionar la cueva de las Inxanas, cuyo nombre hizo sospechar al conde que pudiera contener algún resto prehistórico; Cardín se equivocó de camino y descubrió esta cueva; se introdujo en ella por un angosto agujero y descubrió sus representaciones.
El Conde de la Vega del Sella y Obermaier realizaron un estudio de sus pinturas y grabados, que publicaron en su trabajo La cueva del Buxu de 1918 bajo el patricinio de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (ver trabajo en documentación). En 1970, Emilio Olávarri realizó una serie de catas en la zona próxima a la entrada y puso de manifiesto la existencia de niveles arqueológicos atribuibles al Solutrense (unos 18.000 años). Posteriormente, entre 1985 y 1989 Mario Menéndez realizá nuevas excavaciones, estudio que suma a los que había realizado en 1981 sobre sus representaciones artísticas.
El nombre de la cueva del Buxu podría tener su origen en una corrupción de brujo, bruxu en bable; quizás, la fantasia que rodea el mundo de las cuevas hizo pensar que ésta estaba habitada por un Bruxu, que con el tiempo derivó al nombre actual, el Buxu.
La cueva de El Buxu está orientada al OSO, como es típico en los hábitats paleolíticos que buscan una buena insolacion para protegerse de los fríos glaciares; su posición en la ladera permite además controlar el valle. Antaño el abrigo tenía una visera mucho mayor, tal como demuestran los bloques caídos. El vestíbulo forma una especie de hemiciclo de 5 - 6 m de ancho; en su derecha tiene un pequeño tunel, por el cual pasa el sendero que viene faldeando un sendero, que hoy día es necesario cruzar para acceder a la cueva. En el fondo del vestíbulo aparecen los restos de un piso anterior, cubierto por una capa estalagmítica; aquí, el conde menciona haber encontrado restos de cenizas negras mezcladas con algunas lascas de cuarcita; aparecen en su fondo dos pequeñas aberturas, de las cuales una es la que conduce al interior de la cueva.
El acceso al interior de la cueva era muy difícil en el momento de su descrubrimiento, ya que en muchos lugares era necesario arrastrarse para poder alcanzar las zonas de arte. La entrada da lugar a una galería orientada al N y que al poco gira a la derecha, formando casi un ángulo recto, dejando a la izquierda un pequeño divertículo; a los 10 m de caminar en esa dirección, la galería toma de nuevo el N, en cuyo sentido continúa unos 9 m, al cabo de los cuales de nuevo toma dirección este, ensanchándose y presentando en su centro unas columnas estalagmíticas; el recorrido en este rumbo es de 10 m, al cabo de los cuales se percibe a la derecha una galería, que se deja de lado, continuando por la izquierda, una zona baja de techo y que se inicia con un pequeño descenso, hoy día acomodado con escaleras.
Acceso
Se continúa así unos 15 m, dejando a la izquierda una entrada muy baja, y al final se alcanza una sala de forma muy irregular, que la derecha tiene un divertículo accidentado, que comunica con una galería superior, tampoco sin artes. Frente al divertículo está la entrada de otra galería que conduce a una sala grande, sin representaciones rupestres. Esta zona es el sector A, y aquí aparecen una serie de grabados.
Dejando a nuestra izquierda esta galería, nos encontramos con un arco muy bajo, que pasamos agachándonos bajo la bóveda; luego se ensancha y a los 5 m se bifurca por medio de un espolón; la parte derecha es una galería baja, y se toma el camino de la izquierda, hasta alcanzar el sector B, donde tanto en la pared de la derecha como en la de la izquierda hay grabados.
En la terminación de esta galería, que sigue una dirección N, hay un ensanchamiento, quedando a nuestra derecha un pozo que desciende a un nivel inferior de la cueva; el pasillo gira a la izquierda en ángulo recto tomando dirección al O. En el lugar C existen grabados y pinturas. De aquí, a unos nueve metros en ese sentido se encuentra, en un pequeño divertículo, el sector D, el panel principal de representaciones.
La cueva apenas tiene formaciones geológicas, ya que su origen fue un tubo por el cual circulaba el actual arroyo de Entrepeñas a presión, hasta que con el tiempo se abrió un sifon por el cual se perdió, dejando libres las actuales galerías.
Los restos materiales que señalan la ocupación del abrigo de la cueva de El Buxu como hábitat se conservan en el primer tramo interior de la cueva, que hace unos 18.000 años, en el Solutrense, no ofrecía el aspecto actual. Hoy, las formaciones calizas cerraron la entrada al fondo del abrigo y, además, cubrieron los restos arqueológicos al formarse suelos estaligmáticos bien desarrollados, lo que se observa a la derecha al entrar en la cueva. Los seres humanos que vivieron en el Buxu eran cazadores de temporada, que llegaban aquí desde la costa en primavera o verano a cazar principalmente ciervos, cabras y rebecos, pero también, aunque en menor medida, bisontes, caballos y toros salvajes; también pescaban salmones y reos, cuyas vértebras aparecieron en las excavaciones, además de los huesos de los anteriores. Según Mario Menéndez, tal vez la carne y el pescado eran ahumados en un recinto cerrado que había a la izquierda de la entrada y de que se extrajeron numerosos restos de hogares y útiles relacionados, como anzuelos. En el resto del yacimiento se encontraron herramientas de piedra y hueso, y también los restos de su fabricación; había adornos realizados con moluscos marinos, lo que da a entender su procedencia costera.
Entre los adornos destaca la realización de una escultura de un pájaro en un colmillo de oso de las cavernas, que se debió emplear como colgante; es la escultura de bulto redondo más antigua de la Península.
La roca en la que se abre la cueva de El Buxu es una caliza del Cretácico muy rica en arcillas, lo que le da una textura blanda que facilita la realización de grabados, que son muchos más que las pinturas; además, debido a esto, la superficie de la roca presenta numerosas grietas naturales, más o menos finas, que hace la visualización de las representaciones realmente difícil, sin tener en cuenta la mala conservación que presentan algunos. En total, existen en la cueva ocho caballos, ocho ciervos, cuatro cabras, dos bisontes, un gamo, una cornamenta de ciervo pintada en negro y cinco interminados, entre las figuras de animales; también se pueden observar diez y nueve tectiformes o signos cuadrangulares, un escaleriforme, un signo dentado, un signo oval, un laciforme y una representación esquemáticaen forma de E pintada en rojo, entre las figuras abstractas. Las representaciones que se indican a continuación son las que describieron el Conde de la Vega del Sella y Obermaier en su trabajo de 1918; más adelante se comentan las descubiertas por otros autores posteriormente.
Sector A. Este sector se encuentra a unos 60 m de la entrada y presenta tanto grabados como pinturas, que se encuentran, salvo una, dispuestas en un arco; la solitaria aparece en un pared izquierda situada enfrente de dicho arco.
El dibujo I representa un caballo que hoy día se encuentra completamente perdido, del que sólo se perciben restos de alguna línea sin poder conectarlas. Sin embargo, cuando el Conde de la Vega del Sella y Obermaier describieron la cueva, tal caballo existía y así lo describieron:
[...] grabado que representa un caballo incompleto, del cual se percibe únicamente el tercio anterior del animal, con una sóla pata delantera, sin casco y la cabeza sin el morro; está ejecutado, en parte, con líneas raspadas y desvanecidas, mientras que otras son profundas y continuas; este grabado, cuya altura máxima es 37 centímetros, se ve con dificultad.
El dibujo II se encuentra a la izquierda del arco y es una cierva pintada de unos 15 cm de largo, desvanecida; en su izquierda hay restos de pintura negra.
El dibujo III, a la derecha del anterior, es otra cierva, de unos 25 cm, pintada en negro y con el contorno grabado, salvo la cabeza que está sólo grabada; el interior del animal está raspado. Si la cierva anterior estaba con la cabeza y el cuerpo inclinados hacia abajo, esta aparece inclinada hacia arriba.
El dibujo IV consiste en una pintura negra en el centro del arco, algo al interior, y posiblemente se trata de un ciervo; la pintura está muy desvanecida en este lugar.
El grupo V, realizado en pintura negra, está a la derecha del dibujo IV; se trata de un ciervo de unos 30 cm, también desvanecido, al faltarle parte de la cabeza, patas delanteras y línea del vientre; encima del lomo y hacia la derecha, aparece un rayado negro que aparentan la cabeza de un ciervo.
Dibujos y II y III
A lo largo de la bóveda, de unos 7 metros, que comienza en el arco hay manchas dispersas dispersas de pintura.
Sector B
Esta zona comienza al salir de la bóveda anterior. A la salida, a la izquierda, aparece un conjunto de líneas grabadas de difícil interpretación; por sus representaciones fue llamada Sala de los Tectiformes por Mario Menéndez.
El grupo VI se encuentra un metro antes de que la galería gire en ángulo recto a la izquierda. Está formado por grabados en los que se pueden diferenciar dos caballos, unos sobre otro. El superior tiene 50 cm de longitud y su grabado es bastante tosco, con la cabeza mal configurada, una línea curva en la crin, las patas trazadas de forma incompleta y falta la parte del vientre; en la parte superior de la cabeza aparecen líneas realizadas posteriormente. El segundo caballo, de 56 cm, realizado en sentido contrario al anterior, está grabado con líneas profundas y anchas; su crin, lomo y colo son un único trazo, y está realizado con gran maestría. Además de estos dos grabados aquí aparece otro muy desvanecido, de forma casi triangular. Este grupo está perdido casi en su totalidad, y sólo se aprecian algunas líneas del lomo y patas, crinera y cuello del caballo superior y algunos trazos no conectados del inferior.
El grupo VII aparece en la pared de la derecha, al borde del pozo. Es un grabado de 26 cm de largo y 15 de ancho, uno de los más llamativos de la cueva. El interior del rectángulo que forma el contorno está dividido en tres franjas por medio de dos rayas dobles horizontales; todo el contorno del rectángulo está ocupado por unas rayas paralelas a modo de flecos, presentando el mismo rayado la franja superior y la central; la inferior está casi en blanco. A la derecha aparece un trazo vertical con flecos, arboriforme, del tipo barbelé de Leroi-Gourhan. Unos 20 cm por encima aparecen líneas grabadas.
El grupo VIII, a escasamente un metro del anterior, es un conjunto de grabados de donde se pueden diferenciar varias representaciones. Aparece un tectiforme grabado con trazos anchos, desvanecido, similar al anterior pero más sencillo, ya que es un rectángulo de unos 18 x 9 cm con rayas sólo en el interior, perpendiculares a las de los lados mayores y sólo la parte inferior está rayada. Bajo el anterior y a la izquierda aparece otro mejor conservado, con rayas finas, entrecruzadas. Abajo aparece un escaleriforme de unos 14 x 1.5 cm, fácil de ver. Mas abajo aparecen líneas rectas y curvas desvanecidas.
La representación IX consiste en unas rayas situadas encima de una grieta.
Sector C
Tras el sector B o Sala de los Tectiformes, la galería describe un ángulo recto y tras un tramo de unos ocho o nueve metros se abre a la derecha una especie de nicho de unos 1.25 metros de altura que va descendiendo; antes de llegar a él se encuentra el lugar, galería o sector C.
El dibujo X es un tectiforme de 13 x 5 cm, grabado pero muy desvanecido; es un rectángulo irregular dividido por una raya longitudinal en dos partes desiguales; su interior está ocupado por unas rayas que en ocasiones se entrecruzan. Por debajo presenta más rayas.
El grupo XI aparece frente al anterior, y está formada por un conjunto de pinturas y grabados en los que se aprecia claramente una cabeza de cabra pintada en negro, de unos 14 x 24 cm. Presenta los cuernos de una cabra pirenaica, patas delanteras, y su interior también está pintado para dar sensación de volumen.
El grupo XII, a la derecha del anterior y algo más alta, es una pintura también negra de unos 21 x 12 cm, que representa una cornamenta de ciervo (a); la parte inferior pasa por encima de un tectiforme, grabado anteriormente a la pintura, irregular, similar a los anteriores. Cubiertas por las astas del ciervo, aparecen varias rayas desordenadas, y unos 23 cm a la izquierda de la cornamente, aparece un pectiniforme (b), un signo con forma de peine de unos 13 cm realizado con trazo grueso y bien visible. Un poco más a la izquierda aparece un tectiforme de unos 12 x 6.5 cm, formado por líneas finas, muy desvanecidas (c), y similar al a.
Por encima del pectiniforme b se encuentra otro (d), de 15 x 11 cm, realizado por líneas gruesas pero desvanecdas; es un rectángulo relleno de rayas en la parte superior y rayas que penetran en el rectángulo en la parte inferior. Unos 24 cm por encima de las astas de ciervo aparece un tectiforme (e), de 16 x 14 cm, realizado por trazos gruesos; su parte superior está desvanecida, y forma un rectángulo con varias rayas, mientras que en el inferior aparecen rayas paralelas que se cruzan en su terminación de forma regular, similando una red.
El conjunto f está formado por varios trazos que posiblemente fueron realizados con una espátula de madera. A la derecha de estos y a la misma altura aparece una pequeña cabra (g), con su contorno grabado por línas finas; tiene unos 20 cm de hocico a cola, con 7 cm de anchura, y un cuerno de unos 14 cm; sus patas están representadas por trazos rudimentarios. A la izquierda de esta cabra, un tectiforme sencillo realizado con línas finas mal conservadas; la pata trasera de la cola pasa sobre él.
Por debajo de la cabra aparece un rayado (h) que posiblemente sea el resto de un tectiforme, y a unos 33 cm aparece otro (i) de unos 13 x 10 cm, realizado con un trazo más grueso. Bajo el cuello de la cabra hay otro tectiforme (k) de 11 x 12, cuya parte superior es un rectángulo relleno de línes perpendiculares al lado mayor y que pasan a la parte inferior. Bajo este aparece una pintura roja o signo con forma de E oblicua (l), similar a uno de la Cueva de La Pasiega, pero que se encuentra bastante borrado; es además el único signo en rojo de la cueva. Bajo el anterior aparecen varias rayas pintadas en negro (m), pero es difícil conocer en qué época fueron realizadas.
Unos 7 cm a la derecha del cuerno de la cabra aparece otro tectiorme (n), de 16 x 12 cm, con trazo grueso. Consiste en un rectángulo dividido longitudinalmente por dos rayas horizontales; las bandas originadas son rellenadas por varias rayas paralelas que se continúan en la parte inferior y exterior, cruzándose entre ellas como en el tectiforme e. Por encima y a la derecha del anterior aparece de nuevo otro tectiforme (o), de 10 x 5 cm, bien conservado. Bajo éste hay un conjunto de rayas grabadas (p), y por abajo, otro tectiforme (q) de pequeño tamaño e incompleto, claro, realizado con trazo grueso que está mezclado con trazos negros.
Mario Menéndez, en 1984 describe en esta zona una figura grabada y pintada que considera un oso, además de otros dos animales indeterminados.
Sector D
El conjunto de representaciones más singular de la cueva de El Buxu se encuentra en esta parte de la galería, un nicho de unos 125 cm de altura.
El grupo XIII está formado por tres caballos grabados, dos de ellos juntos y el tercero a 40 cm encima de los anteriores, y separado de ellos por una grieta transversal. El primer caballo está grabado con una raya fina, tiene la cabeza algo pequeña para su tamaño y el hocico está sin finalizar, al igual que las patas, que tienen los extremos inacabados, si bien en las posteriores es por un desconchamiento de la roca. El segundo caballo, de 26 cm, está magníficamente grabado; así lo describen el conde de la Vega del Sella y Obermaier:
El animal está representado en una actitud tranquila y ejecutado con proporciones muy justas; la cabeza es la única part edel cuerpo en que está solamente dibujado el contorno sin relleno; pero en ella se marcan todos los detalles: ojos, nariz, las orejas algo oblicuas, por entre las cuales pasa la línea curva que representa la crin y pasa sobre la frente simulando el flequillo; el cuello y la crin están figurados en la misma forma que el caballo anterior. Toda la superficie del cuerpo está rellena de un fino grabado que parece querer seguir en su dirección las líneas de los músculos, dando así a la figura una plasticidad y relieve muy acabados.
La representación de la cola, en cambio, es muy rudimentaria, y las extremidades de las cuatro patas están sin terminar.
El tercer caballo tiene unos 24 cm y no alcanza el mismo valor artístico que los anteriores; la cabeza es tosca y el cuerpo desproporcionado, con las patas sin cascos.
El grupo XIV aparece a la derecha del anterior grupo, estando separados por una cavidad de la roca. Se trata de la figura de un bisonte, de unos 39 cm, que aparece en parte grabado y en parte pintado en negro, mirando a la derecha, al interior del nicho; es de notar que se aprovechó una grieta de la roca para representar la cola y el cuarto trasero.
El grupo XV, a la derecha del bisonte, consiste en un ciervo de unos 38 cm, también pintado y grabado; mira a la izquierda, el grabado de la parte exterior está reforzado y modelado por trazos anchos de pintura negra; la cabeza está bien proporcionada pero la cornamenta es incompleta. La línea del vientre tiene los genitales marcados, y por encima de ella aparece otra, grabada y pintada, para modelar el cuerpo. En el interior del cuerpo aparecen dos lineas toscas, tal vez restos de un tectiforme. Casi encima del ciervo anterior aparece el grabado fino de otro ciervo, mientras su grupa aparece cortada por las patas de un caballo orientado en sentido contrario, de unos 26 cm, también grabado.
En la parte superior de este grupo, en la bóveda del nicho u hornacina, aparece pintado en negro, desvanecido, la figura de un gamo (Dama dama). De su cuerpo sólo se conservan algunos trazos encima de la cabeza del primer ciervo; está atravesado por unas cuantas líneas. El cuello, la cabeza, que mira a la derecha y la cornamenta (de 28 cm), son fáciles de diferenciar; la boca está entreabierta, como si estuviese bramando.
El grupo XVI, encima del anterior y en el techo del nicho, consiste en una figura grande de ciervo y un pequeño grabado de una cabra. El primero mide unos 80 cm, siendo la figura más grande de la cueva; la cabeza está bien detallada, pero de los cuernos sólo se aprecia la parte inferior. El contorno del lomo, los cuernos, la cabeza y parte del cuello fueron inicialmente grabados para luego ser pintados en negro; las partes gruesas del asta, cabeza y parte inferior del cuello fueron fuertemente raspadas, lo que hizo que perdieran el color; el pecho y las manos sólo fueron pintadas y vientre y patas han desaparecido, y además en la cola, la pintura aparece sobre el raspado, lo que hace pensar que este raspado ocurrió hace poco. En el interior del ciervo aparece el grabado de una cabra orientada al revés, de unos 30 cm, arcaico, trazado con línea fuerte y con un único cuerno de 22 cm; la falta la frente, y las manos y patas están indicadas por triangulos anchos. Este es anterior al ciervo, ya que el cuerno pasa claramente por debajo del raspado y pintura del lomo del primero.
El dibujo XVII se encuentra unos 230 cm más allá del nicho y en su misma pared, en un repliegue de la pared; se trata de un signo negro, de unos 22 cm, algo inclinado a la derecha, ovalado, tal vez una representación vulvar.
El dibujo XVIII y último está situado enfrente del nicho; es un caballo realizado con un grabado sencillo pero fuerte, con la cabeza incompleta por faltar parte de la roca; el cuerpo es rudimentario y le falta la cola.
Un poco más allá, Marcel y Lya Dams, prehistoriadores belgas, encontraron la representación de un animal grabado con trazo claro y profundo, similar al de otras figuras realizadas con la misma técnica. También Mario Menéndez localizó aquí, al fondo del sector D encuentra algunos tectiformes y algo que describe como un bisonte.
ConclusionesEn la cueva aparecen representadas cinco especies de animales: el caballo (Equus caballus), bisonte (Bison priscus), ciervo (Cervus elaphus), gamo (Dama dama) y cabra montés (Capra pyrenaica). Atendiendo a la técnica empleada para representarla, el conde de la Vega del Sella y Obermaier diferencian los siguientes tres grupos:
El primer grupo está formado por las figuras grabadas. Casi siempre están incompletas y su contorno es lineal, sencillo, rudimentario, sin detalles o sólo con los más indispensables. Incorporan aquí las representaciones denominadas grupo I, el caballo superior del grupo VI, el IX, la cabra del grupo XII, el caballo superior del grupo XIII, la cabra del grupo XVI y el dibujo XVIII.
El segundo grupo de figuras engloba las figuras de contorno obtenido con un dibujo bastante preciso y proporcionado, con una cuidadosa indicación de los detalles más importantes. Pertenecen a este tipo las representaciones de las pinturas II, III y IV (ciervos), el caballo grabado inferior del grupo VI, el caballo también grabado del grupo XIII y el caballo y ciervo grabados del grupo XV.
El tercer grupo es el que forman las representaciones que por su estilo y detalles se pueden considerar como pertenecientes al arte ruprestre clásico, distinguidas por sus formas finas, bien proporcionadsa, ejecución esmerada y que muestran los detalles más importantes, proporcionando a la imagen cierto modelado. Así, pertenecen a este conjunto la cabeza de cabra del dibujo XI, el caballo del grupo XIII, con el modelado interior, el bisonte XV y el ciervo grande pintado y grabado del grupo XVI.
Según esos mismos autores, el primer y segundo grupo serían más o menos contemporáneos y se podrían situar en el Magdaleniense inferior, mientras que los del tercero serían posteriores, lo que se puede ver por la superposición de las figuras, y pertenecerían al Magdaleniense medio. En cuanto a los signos, todos grabados salvo la E roja, Mario Menéndez destaca su originalidad e indica que en el arte paleolítico cantábrico el 90% de los signos están grabados.
CronologíaEs difícil dar fecha a las representaciones rupestres paleolíticas, por lo que todos los detalles, tanto obtenidos en excavaciones como los derivados de las interpretaciones de las pinturas ayudan en la tarea de la datación. En la cueva de El Buxu, las superposiciones de las figuras y la aparición de plaquetas grabadas con figuras y signos en la época de ocupación solutrense, dan ya las pistas para deducir que las figuras grabadas son las más antiguas, tal y como indican el Conde de la Vega del Sella y Obermaier en su trabajo. La pintura roja es la mas tardía. Así, según Mario Menéndez, la cueva del Buxu fue primero un santuario de ideomorfos, donde sólo existían figuras abstractas grabadas, a las que se les fueron añadiendo torpes figuras de animales grabados; todas éstas se realizaron durante el Solutrense superior, hace unos 18.000 años. A la última fase del Solutrense y al Magdaleniense antiguo, hasta hace 14.000 años, pertenecen las restantes figuras.
ConservaciónLa cueva hoy se encuentra cerrada, con un estricto control de visitas guiadas, protegida de las graves alteraciones que sufrió a partir de la década de los 50, cuando se abrió al público de forma incontrolada, lo que supuso el deterioro de algunas representaciones, que fueron dañadas de forma irremediable, muchas de ellas perdidas si se compara con la descripción del conde de la Vega del Sella y Obermaier (ver el ejemplo del caballo del grupo I); en esta época se bajo el suelo de la cueva, se abrió la puerta actual y se iluminó su interior de una forma inadecuada.
El Buxu era un asentamiento temporal usado para el abastecimiento de carne durante los meses más cálidos del año. Las zonas habitadas eran la entrada de la cavidad, aprovechando el abrigo rocoso y el interior de la cueva.
La primera zona de ocupación se corresponde al asentamiento propiamente dicho, vivían y realizaban las actividades cotidianas en el abrigo rocoso, aquí dispusieron de un ahumadero donde preparaban la carne.
Cazaban bisontes, caballos, rebecos, cérvidos, cabras y bóvidos, y pescaban salmones y reos. Entre todos ellos destaca la captura de ciervas con sus cervatillos. La gran cantidad de restos encontrados permiten a los investigadores plantear hipótesis sobre algunas de las posibles estrategias de caza:
Una de ellas expone como los habitantes de Buxu se organizaban mediante ojeadores que localizaban las presas, una vez seleccionadas, el resto de cazadores se encargaban de conducirlas hacia el valle ciego que conforma el Buxu, cuando llegaban a la trampa, las presas quedaban sin salida y podían ser atrapadas más fácilmente mediante el uso de redes, hondas, lanzas y propulsores; tras la cacería se realizaba el correspondiente reparto de presas. Los moradores de esta cueva eran por tanto un grupo de cazadores que llegaban al valle con el fin de abastecerse de carne para transportar las capturas ahumadas hasta el asentamiento de origen, casi seguro que costero, algunos se atreven a especular con que podrían ser pobladores de Tito Bustillo.